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Maremágnum fake

Cada viernes último de mes tiene que estar preparado un texto que esté a la altura de las circunstancias. Y las circunstancias son las que son, casi siempre andan jodidas y así es muy fácil estar de mala leche todo el puto día y así lo normal es escribir desde esa postura, la del encabronamiento. En tal caso, uno no se diferenciaría lo más mínimo de cualquier hijo de vecino, de cualquier votante de pataleta y rabieta.

Entonces, hay que saber pararse, dar unos pasos hacia atrás, distanciarse, respirar y, así, desde esa perspectiva, contemplar de nuevo la circunstancia. La circunstancia es la circunstancia y yo, por darle la vuelta a lo que dijo el filósofo. Qué manía todo el santo día con el puto yo por delante: ahí fuera está el inmenso mundo y uno no es más que una perspectiva desde donde mirarlo, mejor con cierta ironía que con ganas de joder a todo el que se te cruce por el camino. Porque una cosa es mandar a todos a tomar por el culo, que no significa otra cosa que eso que estoy tratando de explicar de que a uno lo dejen tranquilo para así poder alejarse a mirar desde su perspectiva, y otra cosa muy diferente es querer joderle la fiesta al resto porque uno anda jodido.

El caso es que ya había cumplido con enviar al que dirige y edita todo esto un artículo que se titulaba El gremio (a ver si me lo quiere publicar en forma de misiva al profesor). Gremio, hermosa palabra sobre la cual reflexionaba y después miraba desde la distancia de la ironía a cierto gremio al que mandaba a tomar por culo para que nos dejasen tranquilos haciendo bien su trabajo. Pero las circunstancias han hecho que surgiera otra palabra más apremiante sobre la que meditar, otra de esas palabras cargadas de significado: aguafiestas.

Un aguafiestas es lo que es, alguien que, consciente o patológicamente, ve que los demás se lo están pasando bien y va y les jode la fiesta. Se acabó la fiesta, todo el mundo a su casita. Me parece que ya va quedando claro por dónde van a ir los tiros, ¿no?

Sin nombrar a nadie por no darle la realidad que no merece, pues es un hijo de lo virtual, lo falso y de otras cosas, no me cabe en la cabeza ese niño con barba. Que le pongan el chupete ya a él y a los que berrean y le ríen las gracias con risa demente. Que le pongan los pañales a él y a toda esa gente, que el olor a mierda ya empieza a pasar de castaño a oscuro como el color de su caca.

Me he resistido a saber, leer, ver, escuchar nada de él pero al final he creído mejor hacerlo. He recordado que ya había tenido anteriormente alguna noticia sobre él, todavía sin el disfraz adulto de la barba. Me pareció un botarate anodino al que no di importancia, un niñato, un gilipollas engreído y ensimismado en su propia labia, en su calumnia disparatada.

El problema es que ha habido cientos de miles de personas que han dado credibilidad a lo que dice y aquí hay que volver a traer al mismo filósofo de antes cuando hablaba de las masas y las coces que ellas dan. Porque el problema no estriba en que un narcisista patológico sin verdadero discurso (acabo de escuchar la entrevista grabada por El País para reafirmar el diagnóstico) se crea el salvador de la patria; el meollo de la cuestión reside en esas caritas raras en las que se aprecia el sadismo del aguafiestas. Lo he podido ver en las fotos publicadas en los medios -se aprecia mejor en las instantáneas que en los vídeos- esas caritas felices y extasiadas de los que le aplauden en la plaza, felices de jodernos la fiesta del bienestar, de la libertad, del pensamiento crítico o simplemente el pensamiento, de la búsqueda de la verdad en este maremágnum fake, donde un bebé furioso se ha convertido en el líder de una peligrosa secta.

Dante en bañador

Hispanista sureño

Junio/2024

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