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Morir de cine​ ​​​

Hace unos cuantos años me crucé con Viggo Mortensen por el Madrid de los Austrias, era él y su mirada se cruzó fulminante un segundo con la mía, que lo llevaba mirando dos. Era una mirada que claramente decía sí, soy Viggo Mortensen, qué pasa, no se te vaya a ocurrir pararme en mitad de la calle para hacerte un selfie conmigo. Por supuesto que no, le dijo la mía, no soy de esa clase de molestos gilipollas, mi querido Aragorn. Más te vale, enano.

Esa fue nuestra conversación de miradas y después le dije a mi mujer: acabamos de cruzarnos con Viggo Mortensen. Se giró y vio entre la gente la espalda de un tipo con un gorro de lana.  Ah, qué bien, contestó ella sin tener ni idea de acerca de quién le estaba hablando. Sí, joder, un actor de Hollywood, tendrá casa por aquí, está casado con Ariadna Gil. Su interés creció notablemente ante el dato y estuvimos hablando del actor durante algunos pasos.

Desde entonces he visto solo o en familia algunas delicias del actor de origen danés, como su película Falling o las interpretaciones en Green Book o Captain Fantastic. Esta última la he visto hace poco y ha sido uno de esos hallazgos de cuando uno se pone a enredar en las plataformas televisivas con el riesgo de no elegir nada después de media hora de alienante scroll. La película ya tiene un tiempo, es de 2016, e imagino que pasaría bastante inadvertida en su momento por su temática incómoda, porque es de esas para pensar un poco e incluso porque se corre el riesgo de emocionarse, por supuesto alejado de toda sensiblería del tipo de las series turcas. Por ejemplo, sorprende por natural la tierna escena de los hijos velando a la madre muerta a la cual han desenterrado de su tumba para poder celebrar el funeral que ella había dejado por escrito que quería.  Mientras el padre (mi amigo Viggo) conduce el autobús hippie en el que viven, los seis hijos la rodean en su ataúd, la acarician y la acicalan. Finalmente, en un lugar hermoso entre montañas, se despiden de ella encendiendo la pira mientras cantan la canción favorita de su madre: Sweet Child o`Mine.

Esta película me ha recordado un cuento de autor desconocido titulado El ebanista o unos versos del poema Más que una palabra del poeta José Agustín Goytisolo:

 

la libertad es negarse a morir en una cama de hospital

  

En el cuento, un hombre soltero, bueno y aparentemente anodino se aficiona a la carpintería en lo que él mismo percibe como el declive de su vida. Descubre este talento oculto, se entrega a él y va obsequiando a su hermana y sobrinos con las piezas hermosas que crea: pequeños muebles -cabeceros de cama, mesillas de noche, pupitres-, utensilios de cocina, estatuillas de madera. Los va a visitar en un viejo Peugeot 504 ranchera casi todos los fines de semana al pueblo donde viven. En el relato se intuye que, además de estas obras, está dedicándose a algo más grande que lo acapara cada vez más hasta el punto de dejar de frecuentar el bar restaurante de barrio al que suele ir a comer el menú del día y también va espaciando más las visitas al pueblo. Un fin de semana vuelve a coger el coche y carga un bulto de grandes dimensiones oculto entre unas telas bordadas que cubren las ventanillas. Es la obra final: un sencillo, delicado y extraño ataúd en el que se lo encuentra al día siguiente su familia junto a unas palabras de paz que encierran también cierto humor en cuanto a la parte tocante a los servicios funerarios de los que les ha librado.

También recientemente he visto otra película relacionada con el tema de cómo morir, esta vez protagonizada por Tom Hanks. El título en español es un horror como todo título que se traduce con fines estrictamente comerciales. El peor vecino del mundo es la traducción de A man called Otto. Este hombre llamado Otto intenta suicidarse varias veces porque tras la muerte de su mujer no encuentra ya ninguna razón para vivir puesto que no tiene hijos ni nada que lo ate o lo anime a seguir en este mundo. No habían tenido hijos a causa de un accidente de tráfico que a ella, estando embarazada de recién casados, la había dejado postrada de por vida en una silla de ruedas. Pese al argumento, la película  se mueve delicadamente entre el humor y el amor para abordar, también con sumo tacto y sutileza, temas como la enfermedad o la muerte. Hay personajes entrañables como el mismo Otto o la vecina hispana, Marisol, interpretada de manera alucinante por una actriz llamada Mariana Treviño. Quiero yo una vecina así para mi vejez y los tiros no van por donde algunos puedan pensar.

Como ven, me estoy haciendo viejo, se nota en el tono y en el tema de lo escrito. Se nota también en la elección de las películas de estas semanas, escogidas en principio por los actores que las interpretan, actores de sesenta y tantos años que lo vienen acompañando a uno desde hace décadas, que forman parte de lo que es uno, de la nostalgia.

 

Dante en bañador

Hispanista sureño

Octubre/2024

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