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Quién es el enemigo


Los parisinos despavoridos corren a meterse bajo las mesas entre las sillas doblegadas por la desbandada, estampa desoladora cuando un segundo antes era un Idilio en el café. Nos abruma el desconocimiento, el descontrol de la realidad, el desconcierto si una ráfaga de odio apaga la música, suspendiendo el directo. Y solo queda divertirse con las palabras, escribir como un niño y que el ahorcado sea solamente un juego de pizarra.

El desorden a quién favorece, en quién repercute. Quiénes ponen caras serias y arramplan con todo cuando no podemos ver por el humo. No sabemos qué creernos de esta película que llevamos viendo largos años en nuestras pantallas. Nos han preparado para el terror -su videojuego-, nos han vendido el guion siniestro de tener que estar vigilados para defender nuestra libertad. Qué libertad. Vivimos en un mercado de carne, armas y drogas. Permanecemos indefensos ante la barbarie terrorista, de unos desgraciados manipulados que se ponen cachondos con el olor a sangre, expresión que tomo prestada de Carmen Rigalt.

Los ciudadanos desolados, desamparados ante la deshumanización. Sospechamos de nuestros gobiernos, mientras los más débiles son los primeros en ponerse firmes y en exponer el discurso de guerra. Fieles ovejas de las patrias. Yo no sé cuáles guerras son justas, aunque tampoco soy un inconsciente y, supongo, que llegado a este punto, no queda otra que intervenir. Pero que deje de sembrar el caos occidente. Hay otra Europa que no quiere explotar, ni repartir armas por el Mundo. Late una ciudadanía diferente, alternativa, ecológica en pos de un mercado justo.

Empieza en unos días la Cumbre del Clima en París. Oye, ¿será casualidad que hayan coincidido en el tiempo el terror y la esperanza del siglo? ¿Quieren asustarnos? No quiero ser conspiranoico.



Imagen de la propia web


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