El orgullo de ser banquero
Y de repente veo al hombre. Aún no le he dado al play, pero ahí está. Solo se le ve de cintura para arriba como a los presentadores de las noticias. Todo parece normal, estipulado, correcto: un tipo que va a dar una conferencia, Conciencia y dinero, en el Aula Magna de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales, de la Universidad del País Vasco en Bilbao. Una americana gris y una corbata azul, un rostro romano, pelo cano. Nada hace pensar, si no es por el título, claro, que en cuanto el vídeo empiece no vaya a suceder lo de siempre: que si la oferta y la demanda, los mercados, el crecimiento sin límites y un largo etcétera de la religión dominante de nuestro siglo. Pero hay voces que no engañan desde el segundo uno y una de ellas es la de Joan Antoni Melé, un referente en banca ética . Uno se queda pensando en la economía recibida en el colegio, en las necesidades sin límites que nos inculcaron desde niños y me baja una rabia entre los dedos mientras tecleo. Hablamos solamente de la asignatura de religión, pero la trampa estaba y está en la de economía, una materia que debiera ser humana, libre, creativa. Y no una cárcel para futuros dependientes.
Pero no te engañes, lector. Su discurso es el discurso de un banquero y mi artículo no siente nada de nostalgia del atroz comunismo del siglo XX. Lo escribo porque todavía hay gente pensando que al capitalismo actual, solo se le puede atacar desde un costado, olvidando que soluciones hay tantas como crepúsculos. Joan Melé centra su discurso en la libertad, en la capacidad de ser seres creativos y bondadosos, palabra esta que, por desgracia, no suele utilizarse mucho. No es un mesías de lo incierto, es alguien que hace palpable las ideas, explicándonos el origen de la banca ética allá por los años sesenta, cuando muchos ciudadanos protestaron para que su dinero no contribuyese a financiar guerras como la de Vietnam. Una de las características más importante de esta banca es que tiene que ser totalmente transparente, de una transparencia radical esgrime. La persona, el cliente del banco, tiene que saber lo que se hace con cada euro, los proyectos a los que se destina el dinero. Siento cierta impotencia al escribir todo esto, ya que me parece obvio que toda la banca tendría que funcionar así: como un manantial cristalino. Pero por desgracia la escuela de Joan es minoritaria todavía, ha crecido bastante en los últimos años, cierto, pero el golpe puede ser más fuerte, tendría que haber una huida masiva de clientes de todos los bancos que no cumplieran ciertas normas. Apenas quedarían unos pocos, pero empezarían a nacer otros, o a cambiar los de siempre aunque solo fuese por pura supervivencia. Y es aquí a donde quería llegar: a uno de los puntos más atractivos de la conferencia: la conciencia individual y el verdadero poder que tenemos los ciudadanos y que podemos ejercer con compromiso.
Joan nos invita a cuestionarnos conceptos aparentemente intocables como el de adaptación, mercado y trabajo. Más que nunca nos alerta para diferenciar valor y precio, he aquí el núcleo de la cuestión, el punto de partida. La economía son decisiones, voluntades propias, afán modificador de lo dado y nunca adaptación sumisa a un determinado estado de cosas. Cada ser humano tiene que aportar lo mejor de sí a la sociedad, tiene que transformarla, esto es el trabajo según Melé. Si alguien gana un sueldo sin sentirse pleno, se está haciendo un flaco favor a sí mismo. Solo en una sociedad de personas conscientes, habrá un mercado en el que predomine el valor humano que hay detrás de cada producto. Por poner un sencillo ejemplo: si sabemos que unos pantalones valen 16 euros, pero hay explotación en la mano de obra, optaremos por otro que tenga un precio mayor, pero que tenga unas condiciones dignas, y así con cada producto en el mundo.
Dejando la conferencia un momento en pause -es lo bueno de aprender desde casa-, quisiera aclarar, dejar escrito que hay gente que cuando sale el tema de la banca ética, no deja de poner excusas para no reaccionar. Alegan la seguridad de su capital, cuando este tipo de banca se ha demostrado que precisamente por su forma de trabajar es muy segura, a diferencia de lo que ha pasado con muchas cajas y bancos en varios países. La banca ética presta, tiene beneficios y aspira a tener cada vez más la confianza de la gente, pero su modo de existir es otro bien distinto a lo que estamos habituados. A ellos les parece aberrante atraer al cliente con un juego de sartenes "para que se crean que tienen la sartén por el mango" o con un televisor de regalo. Están esperando a que entres en cualquier sucursal y preguntes qué es lo que se hace con mi dinero.
"Reivindico el orgullo ser banquero", frase que me he apuntado en la libreta para rematar la columna. Con los banqueros ha pasado un poco como con los políticos, hasta que no ha estallado la crisis en nuestras caras decidimos tener a los mismos. Aunque algo ha cambiado y algo se está moviendo. Hay personas que se involucran demostrando que si eres un buen ciudadano con principios, tendrás a tu lado a un buen banquero. Es una rueda que no puede parar de girar, cada cual selecciona a sus compañeros de viaje para construir una sociedad madura, sin el juego infantil del capitalismo más irresponsable.