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Ser escritor era esto


Ser escritor era esto: ser acogido por unos ángeles anarquistas en una buhardilla de Sant Andreu. Libertarios cargados de amor y de bombas de odio contra el Estado. Me recuerdan a los personajes de Los justos de Camus, siempre debatiéndose, devanándose los sesos, acorralados, acordonados, asediados, amenazados por las fuerzas del orden y por sus miedos, después de una vida okupando.

¿Cómo puede haber tanto amor y tanto odio en una misma persona? ¡¿Cómo?! Aunque no nos engañemos. Los demás, detrás de nuestras camisas de ciudadanos ejemplares, vamos formando un reguero de sangre. Dime quién se salva de este infierno, lector: terrorista, negrero, chulo, traficante, empleador. Siempre mirando para otro lado, salvo cuando te están observando, pero los duendes se dan cuenta, ¿o pensabas que dormitaban? Son los pequeños verdes duendes revolucionarios, y aunque parezca mentira, siempre acaban ganando: aviso a infiltrados.

"Toma las llaves", me dijeron. "Escribe. Nos parece cañero tu tríptico de La muerte. Toma las llaves, yo también he estado tirado por Atenas, Londres, París Tokyo, Chicago...". Peonza interesante, pensé. "La estancia la pagas con tus palabras" y me hicieron sentirme escritor, respetado. No es la primera vez que me tratan como tal, y la verdad que se agradece que te echen algo más que una mano.

Ser escritor era esto. Resistir, obstinarse como aconseja Vila-Matas a los que empezamos. Escribe y diferénciate, le diría a un chaval de quince años para que siga la saga. Escribe viviendo la aventura del presente, sintiendo el viaje, pisoteando fantasmas, sonriendo antes del punto y coma con la rabia contenida en los dedos; con las duras piedras del camino haciendo fuego.

Afuera ha empezado a llover. La lluvia siempre es un milagro aunque no lo vean así los realistas. Hoy más que nunca es necesario empaparse. Llueve y la buhardilla es un puerto y yo soy un barco. Ser escritor era esto. Tener muy claro solo una cosa y en lo demás dejarse llevar. Abrir las ventanas y las puertas de tu casa y que entre el ladrón, el asesino, el samaritano, un señor en pijama, la prostituta, el navegante y la arquitecta de los delirios. Quedándonos quietos durante un rato, que no haya nada más allá del vino y de nuestras manos atentas.


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