top of page

El marino y los burros de Badalona


Habla poco y sonríe mucho, el marino. Deja que seas tú quien se desarme en su silencio, te lleva a su última alcoba, la más oscura, la del fondo, y allí, solo los dos, te escucha sin que le descosas pensamiento alguno. Al final, o callas como él, asumiendo su poética, o tus palabras te delatan.

A veces, cuando le da por hablar, narra historias de la mar, de cuando llegó en petrolero al muelle de Badalona a finales de los sesenta, una ciudad con fábricas en la orilla y donde los burros rebuznaban hacia San Roque y dormían en los pisos con sus dueños. Hoy la ciudad ha cambiado: la industria desapareció de la primera línea, las cloacas descargan mar adentro y por la playa luce la bandera azul junto a un puerto deportivo y un paseo marítimo esplendidos.

En el muelle le esperaba Amelia, su mujer. Venía desde Madrid para pasar juntos el tiempo que el barco descansaba en España antes de volver al Golfo Pérsico. Manuel aparecía con su uniforme blanco, o azul si era invierno. Cenaban en la casa de Pepa, la hermana de Amelia, profesora en Badalona, que también vino a trabajar de la lejana Extremadura.

El marino abandonó los barcos a los pocos años de aquella noche y se dedicó a pintar estelas en el cielo desde la torre de control de El Prat, su primer destino. En cuanto pudo, escogió la base aérea de Torrejón y vivió en Madrid hasta jubilarse, donde tuvo tres hijos y se hizo abonado del Atleti. Ahora, casi octogenario, le apasionan los trenes. Le encantaría tener treinta años y volver a empezar como ferroviario por América, pero se desquita de ese pellizco en el corazón llamado tiempo bebiéndose un whisky en las estaciones.

La de mi padre es una de las miles de historias que se pueden contar sobre extremeños que recorrieron el mundo trabajando, sin dejar de querer a su tierra, pero haciéndose de muchas más partes. Es la hora de reconstruir los relatos frente al fantasma nacionalista que recorre el continente. Recordemos todas esas manos que ayudaron al país en su conjunto gracias a sus sueños. Escribamos de ese sur tantas veces vilipendiado, de nuestro espíritu de viaje, de nuestra diversidad, de los barcos, los aviones, los trenes…


bottom of page