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La vanidad de un atentado


La vanidad tiene múltiples formas y ahora es más viral y esquizofrénica que nunca. Ahora todo el poder está en un clic ante el cual sucumbes o te quedas colgado perdido en los tiempos. Pongámonos entonces a emputecer frases e imágenes, a crearnos un tic que no teníamos, a manosearnos babosos a nosotros mismos con la exaltación de quien se piensa y nunca fue revolucionario, solo caos, amante de una anarquía atroz. En realidad sobran los niños grandes antisistema alimentados por el terrorismo de Estado.

Pero aquí, en estas páginas, Büchner lo sabe, que nacieron en la madrugada de hace justo un año, al calor del vino y la terraza, no vamos a cansarnos del combate de las ideas y de pegarnos con quien haga falta. Ya bastante hemos aguantado impertinencias varias, y seguiremos luchando para que no pisen nuestro felpudo, pues aquí solo defendemos a la libertad, libertad para equivocarse o empobrecerse o escribir en un blog como quien da un concierto en los pasillos del metro, solo ante las paredes blancas, creyendo, dándolo todo, siendo auténticos callejeros antitribu, pues lo mismo nos infiltramos en casas okupas pagadas por Trías, que mañana amanecemos en casa de alguna escort de partido, que no nos cobra porque le hacemos gracia.

El caso, siempre hay un caso en toda columna, es que presenciamos un atentado tras otro a la velocidad de un rodillo supersónico reproducido en millones de espejos. Atentados modernos que solo buscan el impacto por el por el impacto y en los que no se juega nada el terrorista. Hoy alguien viene y pone un crucifijo en un excremento como expresión de vanguardia, el mismo que en la Edad Media seguramente no se hubiese atrevido. Ahora, cientos de años después, salta el valiente, pero le animaría a que se rebelará contra otros con la misma saña. A ver quién explota primero. Puede que rodasen cabezas y entonces sí me creería su discurso y me tendría a su lado. Lean París bien vale un insumiso de David Benedicte, columna que no sé si viene al caso, pero que os alegrará el día.

Son atentados contra el buen gusto y la belleza de la forma. Nos están convirtiendo los ojos en cubos de basura. Una vez repletos de mentiras, desperdicios, pezones venenosos, spam político, odio y chistes fáciles, nos quedamos ciegos completamente y entonces también se empieza a oscurecer el alma, el fondo, la dirección, el margen que se le da a la duda, las compañías que merecen la pena. Acabas en un círculo que te ahoga poco a poco, en un bukkake asqueroso que te sumerge en la oscuridad de las cuencas vacías.


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