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Sobre salamandras que se pavonean


Mientras me iba asfixiando o quedando dormido, pensé que en los siguientes minutos se decidiría toda mi vida. Y entonces de un salto me puse en pie, comprobé en el mármol que no era sangre sino espuma del café lo que escupía, y decidí escribir hasta la muerte, de forma profesional o no, a punto del desmayo o a punto de la vida. Aquí, a orillas del Guadiana, donde las salamandras se pavonean por las paredes, y hasta los chinos duermen la siesta, he venido a confirmarme, a reencontrarme con una vieja amiga, perra callejera, madre, palaciega, cabaretera, profesora y a la vez la peor de las alumnas: la poesía.

Me han dado la bienvenida amigos de siempre, poetas, músicos, dos novelistas que preparan su primera obra y unos raperos que no tenía el gusto de conocer con la protesta que se necesita hoy en día. Hay rap en Olivenza para rato con estos chavales tan potentes que se hacen llamar La choza en vivo. Espero que vuelvan loco al alcalde. Se agradece que, entre tanta agresión mental y letras insustanciales, estos muchachos hayan querido acercarse a los elementos líricos de siempre, acompañándolos con denuncias al presente y la autenticidad fantástica de querer darnos algo bueno. Adelante. Yo también deliro con un apagón para poder ver las estrellas y deseo que llegue pronto algo nuevo. Quizás un nuevo humanismo.

Ya más fuerte que nunca, y con toda la fuerza increíble que da el escribir, fantaseo, me imagino en lo que me gustaría convertirme, texto a texto, junto a David Rocha, Juan Luis Gandul, Xana Cos y todos los que se vayan sumando a la familia. Como no se puede contentar a todos, pues algo mal estaría haciendo, he decidido buscar a mis potenciales lectores y congregarlos en mi Magdalena gótica y libertaria. He escrito y escribiré para los perdidos que no supieron vivir de una forma corriente y pagaron caro sus descuidos. Para los que desde pequeños han sentido un incendio dentro. Para los que probaron la calle como sistema educativo, conversando, tocando hasta las tantas, sabiendo que cada noche trae su luna. Para los que no les importa la chusma de cotorros y aman la libertad del anonimato de las grandes ciudades. Para el aldeano solo pendiente de su burra. Seré la voz de la antipose, antimoderna; me veréis en el papel del libro y de los trípticos callejeros, al lado de los comerciantes y trotavidas. Más que nunca me sumaré a la marea verde. No me cansaré de repetir que el fantasma digital también puede ser una barca independiente que navegue libre y con estilo. La vida se seguirá escapando de cada matón calculador que intente capturarla. En cada huida me tendrá a su lado como viajero que se ríe con La muerte. Que Büchner te bendiga.


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