Nada ha sido una pesadilla
¿Así que sabes el año de mi muerte y lo pregonas? Espero que por lo menos sea a finales del 2022, pues en un año puede pasar de todo y haber más de una sorpresa. Me dibujas y lo que te sale es un hombre con mirada de niño, bebiéndose sus propios ojos después de arrancárselos y tras dejar que reposen un poco flotando junto al hielo en una copa de Whisky. Muy bella la imagen, sobrecogedora, más tratándose de mí, afortunado sujeto, hijo de la pura ficción, venido de no sé dónde, con millones de hermanos, unos muy famosos durante siglos; otros, qué lástima, guardados en un cajón.
Excelente tu relato, Birilo. Mi suicidio es ejemplar y hace falta ser valiente para despedirse del mundo tumbado en las vías, esperando al último tren que te lleve por delante. Bravo. Soy de los que piensa que suicidarse no está tan mal, si lo haces de verdad, y no es un número para alarmar a familiares. Tenemos la libertad de dejar de ser y la libertad de seguir existiendo, amando la vida, arrastrándola, reteniéndola, pero llegado el caso, si todo se pinta de negro, por qué no volar desde un ático en Manhattan como último acto de libertad suprema, como diciendo yo viví a fondo cada segundo con su pétalo, resistí en las mayores adversidades, aunque ahora acabaré mi libro a lo grande, a pecho descubierto contra el suelo.
Repito, no me parece mal el suicidio en determinados trances que asocio, aunque parezca mentira, a los grandes vividores. Sin ir muy lejos, en la última novela que me he leído de Mario Vargas Llosa, La fiesta del Chivo, los que se preparan para matar al dictador Trujillo, llevan en el tacón de sus zapatos la dosis necesaria de veneno, por si son capturados no verse sometidos a torturas y no sufrir la tentación de delatar. El comando, incluso con un miembro católico que defiende el tiranicidio que permite San Agustín, ¿o era Santo Tomás?, prepara el acto revolucionario que liberará a todos los dominicanos. Si algo falla, se matarán. Hay un sinfín de situaciones en las que matarse es un ejemplo de tener los ovarios bien puestos y el moño bien apretado.
Volviendo a la imagen de los ojos flotando en el whisky, te digo, Birilo, que me confundes con otro. Te lo perdonaré porque es un error que comete más gente, un fallo común en el puñadito de lectores de La muerte de Danton. Te piensas que Juanse y yo somos la misma persona, que soy un juego literario de él y escribo aquí algunos viernes si no tengo nada más importante, o para desentumecer los dedos saltando alegre por las teclas. Esa mirada de niño es la de Juanse, no la mía. Yo no me expondría en una barra tan a huevo -perdona la expresión- ni les dejaría tan claro a mis contrincantes cómo golpearme. Suelo parar en el mismo bar que vosotros, cada vez con una apariencia diferente. Estoy para avisarle, para avisaros, Birilo, para avisarte; tan solo os allano el terreno en vuestra escritura, dejo la pista y disimulo en la otra esquina contando chistes de mal gusto. Os protegeré.
Retomando la idea del suicidio, es cierto que da para largo. Podríamos hablar de los suicidios lentos, de las ideas y costumbres tan cancerígenas como el tabaco, de la falta de fe, de la vagancia de inmolarse contra uno mismo, de los recuerdos que nos abandonan o dejamos morir como a una planta. Me deslizo por los huecos, por los vacíos existentes entre palabra y palabra. Soy aquello que sustenta sin ser visto, la chispa de ingenio. Soy la hostia porque soy ficción y aunque me suicides en el 2022 -como hacen los servicios secretos-, resucitaré al año siguiente en otra tinta negra.
Aun así y pese a tu desatino -en mi vida he escrito un verso- me mezo en la belleza de tu sueño y me recreo leyendo tu pequeño gran relato: Suicidios ejemplares / 2022 – Alaín Llorente. Al fin y al cabo los sueños son incontrolables como múltiples sus significados. Después de la primera lectura se desprende una intensidad atroz, pero al volver, y uno siempre vuelve, es esperanzador escuchar la risotada de nuestro amigo Juanse bebiendo sus ojos, disfrutando de tragos visionarios. Las imágenes como las verdades son poliédricas, por ello, nada de esto ha sido una pesadilla.