Una voluntad literaria
Mis dedos parten buscando la esencia de mi ser, escriben en esta madrugada de invierno donde no falta ni la calefacción ni la cerveza, entretanto llega a Barcelona la ola de frío que recorre toda Europa. Hay algo que de mí nunca se separa; afuera tiritan bajo hielo los refugiados y cruzando el océano un presidente viral y hortera nos mantiene despiertos y la tinta fluyendo. Me refiero a Trump. Producto de las redes. Del nuevo sometimiento. Mezcla de las peores ideas.
Hay un sentido intacto, una voluntad no de hierro -mentiría si dijera lo contrario-, una voluntad literaria, mejor dicho, por permanecer aquí pase lo que pase, avanzando lento, sin abandonar la inclinación que nació en unos versos de la adolescencia, como el amor, como lo social. Caben en un mismo puño, asumiendo las consecuencias de pensar en alto y escribirlo, ahora que La muerte se subleva y amenaza con levantarse pronto y aprende a hacerse el nudo de la corbata.
Es tan difícil ser un hombre para los que quisimos ser ángeles. Hay tanta mentira en los hombres que cómo jugar a ser uno de ellos, si solo me importa lo que escribo. Cómo mejorarme y madurar mientras no abandono la página. Cómo demostrar que escribir es querer hacerlo de otra manera, es el verbo que te transforma una vida entera. Una misión. Una verdad para ti y un delirio para el resto. Cuanto más pasa el tiempo más sube la apuesta, este es el riesgo que hay que asumir, pero cúbrete las espaldas, aprendiz, nunca renuncies a tu estrella.
La Tierra es un vertedero lleno de falsos dioses, de trincheras de odio (utilizando una expresión manida). Hay que abrirse camino entre la vergüenza propia y la ajena. Si de verdad pretendes alcanzar la ética, sentirás que todos conspiran en tu nuca. Va a empezar la partida, el desafío. Ella quiere saber cuánto tiempo estás dispuesto a sacrificar y responderás que hasta desfallecer, día a día, poema a poema, misiva a misiva, devorando cada libro como un niño que recién ha descubierto un tesoro.
Por mucho que me frote los ojos la misma irrealidad brota. Abriré otra cerveza para no venirme abajo en esta fase final de la pieza. Siento que de algún modo mis barcos se aproximan a puerto. Aunque sé que solo ha sido la primera expedición. En unos días llegará a Barcelona mi hermano Berna, con la primera autoedición de Ritual, nuestro libro de poemas que nos brindará insospechadas vivencias. Vamos a dejarnos llevar y que la lírica nos desborde.
El lunes me levantaré pronto para ir leído al trabajo o para escribir al menos quinientas palabras. Es mi primer día de trabajo después de mucho tiempo al margen. Hoy recuerdo más que nunca Elogio de la ociosidad de Bertrand Rusell, ensayo que leí hace casi diez años en Alicante. En la sociedad ideal de Rusell trabajaríamos pocas horas, produciendo solo lo realmente necesario, y el resto sería para cultivar las artes. A la espera de esa utopía, me esforzaré por sacar las fuerzas suficientes para que las ocho horas de la jornada laboral no maten al soñador.