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Compaginar es el verbo


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Cuchillo en boca y revés a dos manos para probarse con un golpe diferente, una bola que sobrevuela por encima de la red como una postura ante la vida, fuerza que no se detiene y no entiende de perecer. Hay casos en los que se tarda hasta una década en darse cuenta del desbarajuste emocional, mental. Tardé mucho en saber que podía golpear a dos manos, enquistado como he estado en las religiones cotidianas que fundé. Cada cual se cava su propia tumba dice el dicho popular, son los errores habituales en los casos más nimios que terminan propiciando una gran equivocación.

Una década y ves el dislate, lo amorfo que ha sido y es todavía caminar con una pierna mucho más larga que la otra, torpedeado por un miedo con minifalda de pereza. Una década, los platos rotos, y ahora un impulso de reconquista, las ganas de medirse en otros cuarteles, de demostrar la valía reanimando un ego mínimo común necesario para proseguir con paso fuerte, decidido a por lo que venga.

Por fin te encuentras a la misma altura de la criatura y dices qué te has creído, mequetrefa. También se necesita el comer, lucir una fina cadena de plata fruto del esfuerzo y alicatarse de empastes como quien bucea en la nieve. Al fin, menos mal, uno se desenreda desenvolviéndose en lo numérico, en la piedra dada para esculpirla, asqueroso poeta. Alabado sean los arquitectos y los carteros. Es el momento de disparar con una pistola en cada mano en la belleza ambigua del crepúsculo, compaginar es el verbo, maldita poesía que me arruinó, mentira, mentira, fui yo solo, querida, ahora te voy a bañar en oro, el oro mediterráneo del que hablaba papá con Zaratustra. Apretabas el puño en la alcoba marinera para poder sobrevivir.

Ahora hay que devolver los favores, saber ser agradecido y pedir perdón a la conciencia como Danton. Este es el primer escrito de una nuevo tiempo. Adelante, cuchillo en boca, no te cortes.


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