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No abandonar nunca


Noah

Siempre voy tras la emoción que más me conmueva, como buscando un tesoro, como viviendo en un cuento aunque solo sea en ráfagas de segundos, crepusculares en su mayoría. Lo demás, son tramos a rellenar sin nada de cotidianidad mágica, horas donde el ser humano no es lo deslumbrante que tendría que ser y se cuelga del poste de los días al igual que la evidencia de un anuncio. Hay algo en mí que desea seguir perforando. Sé que hay un goce artístico y espiritual aún sin explorar, difícil de alcanzar, aunque sepa cada despertar que es lo más importante, como el amor a un padre, como el amor que viene desconocido, como el amor que llevamos: la suma de todos los besos que nos dieron y de todas nuestras escenas breves inmortales como La muerte de Danton. Lo demás, es un folio que se rompe.

Me imagino que me mojo en una lluvia de colores, una lluvia jamás vista. Sé que es posible poner nombre a cada lluvia, a cada nevada, a cada mar de una misma playa, y construir los símbolos donde te sientes poderoso, con el poder que da la página leída que te anima a desperezarte. Pero, a veces, falta una nota y un cuadro, un abrazo, un día entero golpeando las puertas de la conciencia con el ansia por trenzar historias. Tengo mucho hambre por sentir más y no estoy ni en la mitad de la mitad de la mitad del camino que te pierde hasta el lugar donde se viven los mejores sueños.

Sé que lo más aberrante contra mi persona sería dejar de escribir. No lo voy a hacer. No pienso. Hoy mismo terminé Los delitos insignificantes de Álvaro Pombo y es de esas novelas que entran bien porque fueron escritas para la encrucijada exacta que vivimos. Se trata de no parar de escribir, da igual quién escucha o cuántos seáis al otro lado del espejo. Escribo contra mi fracaso y eso es suficiente. No es que no piense en ti, pero escribo primeramente para salvarme. Ortega, uno de los dos protagonistas de la novela, terminó sus días tirándose al vacío, pero en realidad llevaba ya quince años muerto, quince años desde que dejó de escribir para morir en una repetición insustancial de oficina por no haber expandido lo que llevaba dentro. Me he quedado con hambre de Pombo. Quiero que siga haciéndole el amor a mi mente. Él escribió El parecido, una de las novelas más buenas y más intensas que he leído y siempre me ha extrañado que no sea muy conocida.

Terminó el viernes, este es mi resumen: lo que pude exprimir o apartar del atasco de las ideas nefastas que no van a ninguna parte. Esto es lo que retuve, la moneda que más brilla del saco. Sabe a poco, pero por hoy es suficiente. Voy probando fórmulas. Tenemos todo el tiempo del mundo. Es la primera noche hacia la gran noche de los tiempos. La noche siempre abierta nos aguarda, a qué esperas. La noche donde deja su huella de tinta un alma humana gimiente.


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