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La erótica de marzo


Noah

No voy a masturbarme, solo me lo estoy imaginando sin la mano. No quiero desbordarme, tan solo que me rodeen en círculos de placer de una redondez cada vez más pequeña, hasta verlos convertidos en dos pezones bien rosas con los que juegue la puntita de mi lengua. Será porque he retomado a Umbral por lo que me siento más carnal que ayer. Será la fuerza de atracción de la vida que indomable nos abrasa. Marzo siempre vino tan colmado, dichoso, con los pies todavía fríos del invierno, pero calientes los labios cuando los ojos se entornan esperando besar a una madre. Siempre es un beso lo que importa. Un beso que nos salve del mayor de los delirios, un beso que parta en dos el pan de lo cotidiano.

No voy a irme, aguantaré con los huevos comprimidos de dulzura. Solo deseo besarla y ser su paréntesis y gemido sostenido, acariciar su vientre de mamá embarazada mientras me muerde los labios y me lleva la mano por debajo de las bragas. Serán infinitos los segundos que dure la primavera, esta vez me anticiparé y saltaré a su paso y no se escapará el tren de la luz. Caeré en un sueño adivinatorio con mi ánimo proclive al relato, con mis dedos columpiando a mi embarazada, porque columpiar a una embarazada es columpiar a todo el universo, lo diga o no la lógica.


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