La curva más peligrosa
¿Quién hay en este espacio aglutinador de sonidos? ¿Quién en esta caja de resonancia mental? ¿Quiénes habitamos la esperanza para ver nacer a otra criatura? Eres tú susurrando tres veces tu nombre: Juanse, Juanse, Juanse, ¿qué es lo que pasa contigo? ¿Cuánto más se tiene que abrir la tierra para que te adentres? ¿No será mejor escurrirse de otro modo, sin esperar cataclismos, atreviéndote a ser tú mismo, hasta volver a expandirte cual explosión de luz mediterránea? Esta vez la caída, la bajada, es la de un trampolín justo antes del salto; estás cogiendo impulso para maniatar a la fatalidad, para ser la sombra dominadora sobre la cama. No te puedes permitir, al igual que otras veces, desaparecer, fingiendo que la realidad no te importa, como si no hiciese falta garra para permanecer con vida y respirar sin ansiedad, siempre cerca del mar y del arte.
Ahora más que nunca escribir es lo más sagrado, escribir despellejando lo superfluo, arrancando las tiras de una sociedad chamuscada. Nunca antes la creación te miró como te está mirando ahora, tan a vida o muerte, con esos ojos tan grandes no sé si de lobo feroz o de osa que te pretende abrazar; y no te tiene que asustar el cometido de tu naturaleza, el fluir sin las autoagresiones, lesiones provocadas por las malas decisiones, sin entender que si te da miedo la magnitud del mar, existen lagos dentro de él donde la combinación de azules es como la fusión de presentes y sueños. Mas hay que querer salvarse, poseer un yo vigilante que pese a sentirse acorralado nunca cede, no abandona su puesto.
Ha sido tan poco lo que hemos ofrendado a la existencia, que da vergüenza seguir estas líneas. Es tan triste no saber cómo seríamos tras derramar la última gota de honor, después de ver doblada la espada que ahora está colgada como mero adorno, pose de lo que no se es. Habremos de arrastrar a todas las bestias hasta ser jinetes ligeros sin la carga de los pensamientos atroces. Solo gritemos libertad cuando veamos que algo o alguien nos zarandea, cuando antes de caer visualizamos la caída, quizás en esto consista madurar. He empezado a leer por cuarta vez en mi vida Así habló Zaratustra. Las tres lecturas anteriores me permitieron resistir en medio de la conmoción. En esta ocasión, mi sistema de alerta me avisó mucho antes de la curva más peligrosa. Ahora este tren bala sigue su camino.