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A por olas más grandes


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Siete semanas atravesando el fuego por un aro mágico, descendiendo en tu moto por las curvas del Coll, gimiendo de libertad, leona en llamas, alterando el amor que permanecía latente, desbordando la cama, cayendo al suelo desbocados, nadando en un mar sin término, buceando en medio de la noche, donde el deseo se desliza subacuático entre tus piernas.

Arropado por ti en la deriva de la existencia, pensé que bastaba con respirar, pero estaba equivocado. Me abro paso con el convencimiento de que solo escribiendo se resucita, solo los guerreros se salvan de la catástrofe de lo típico. Quiero saltar al vacío contigo para ir, como llevas tatuado en tu piel, a cualquier otra parte.

Cuidaremos que las losas de los días laborables, no nos vayan sumiendo en un sinsentido. La verdadera idea nacerá de esta pugna, de la resistencia del bailarín que justo en el momento de más cansancio realiza levitando su mejor movimiento -Juan Antonio Vizcaíno dixit-. Creo que nunca he derramado tinta más de dos horas seguidas. Habrá que experimentarlo, a lo mejor lo escrito es tan bueno como una larga noche de sexo, aunque puesto a hacer comparaciones, mis textos son como un polvo rápido en la ducha de un hotel perdido. Soy, por ahora, de pequeñas creaciones, más cerca de la canción que de la novela, aunque tengo guardados muchos personajes.

Lo fácil sería renunciar y no intentarlo, abandonar la fe que nos duele. Ser conservadores que no apuestan, temiendo demasiado al ridículo. Lo más triste es contemplar la escena siempre desde la butaca, pincelar cuatro garabatos al mes y no pasar de leer más de treinta páginas al día. El reto es dar un paso más y no saciarse con tan poco.

Siete semanas y un mar de ternura, por mucho que nos hagamos los duros e intentemos rebajar la velocidad. Hay abrazos tan fuertes que rompen todo tipo de esquemas. En tu caso, tu indomabilidad me invita a embriagarme. Nunca se empieza de cero, claro. Pero hay aventuras que cambian la historia, nuestra pequeña historia; personas que se cruzan y que sin ellas ya nada sería lo mismo. Quiero hacerlo bien, diferente. Verter lo mejor de mí para no sentirme tan farsante. Caer desmayado en plena lucha y como el surfista medirme en olas más grandes.

Agua y fuego, deslumbrantes elementos. Retorna un calor remoto, pero la calidez de tu piel no la había acariciado antes. Ni tu risa escuchado. Eres una riada constante, una fuerza que no la puedo detener, tan solo fundirme con ella convirtiéndome en mar, tu destino. Mi sexo de metal rosado te empotra con rabia, enfurecido, vengándose de mí, sabiéndose siempre fuerte en el cuerpo a cuerpo hasta que la última gota nos separa.


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