top of page

La erótica del consenso



Contemplas un cuerpo desnudo frente al mar. Dispuesto a ser desbaratado, desmelenado por la libertad del oleaje que trae otras ideas. Sin miedo a ser convencido, derribado por otros cuerpos para revolcarse en la arena. El horizonte libre de banderas. El alma sin amaestrar. Lo sinuoso de las curvas humanas contra la rigidez de lo inamovible. La razón y el placer unidos de la mano.


Al otro lado de Utopía dos bestias de inmensa cornamenta luchan a muerte entre sí. Sangre y miradas tristes. Lamentable espectáculo. Estruendo y violencia en vez de canciones. La bestia no escucha, no duda, solo empuña y balbucea frases hechas. No sabe que el muerto es su hermano y que nunca será extranjero.

Es curioso. Digámoslo en crudo, sin metáfora: hay quien dice amar a su pueblo olvidando a una gran parte del mismo. Es lo menos patriota que conozco. Hay quien se llena la boca de libertad y achica la democracia a dos casillas. Como si lo verdaderamente trascendental no necesitara la erótica de un gran consenso. Como si una consulta real y pionera no abarcara muchas preguntas, muchos temas que debatir de forma serena y filosófica.


Vivimos tiempos convulsos en la Tierra: división, exaltación nacionalista, vanidad en la violencia totalmente gratuita, incertidumbre ante cómo acabará la pandemia, confusión de significados: totalitarios que se llaman antifascistas, en fin, sí, habrá que decirlo en textos, en partituras, con pinceles para que nadie lo diga por ti. Para apartarse de la chatarra ideológica que gira alrededor de nuestras cabezas.

Pese a lo expuesto soy optimista. Tiene más caras la luna aunque pasen desapercibidas. Me encantan las Españas y sus gentes maravillosas. Su variedad, su cultura. No somos mejores ni peores que nadie y no debemos fustigarnos ni responder con rabia a los que siempre nos pintan de negro porque les conviene. Si se quiere dialogar pues que haya más y más diálogo y entre todos acordemos las normas del juego aquí, desde donde escribo y respiro, en Cataluña.

Cuando acabe la distancia, la separación forzosa por el virus, habrá que defender nuestra Utopía con danza y fusión de cuerpos y mentes, dejándonos llevar, libres hacia el encuentro, el punto erógeno de lo común, el placer de un pueblo que se abraza. Sin la ampulosidad de los discursos mesiánicos de la mala poesía, porque aquí todo Cristo es un dios. Un dios independiente y soberano.


bottom of page