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Su simiente en mi pecho

  • Foto del escritor: Juanse Chacón
    Juanse Chacón
  • 7 feb
  • 2 Min. de lectura

Han pasado más de veinte años y todo sigue igual. Son las 8:11 aquí en Santuari, en los altos del Carmel. Me queda una hora escasa para escribir antes de ir al trabajo. Ayer, hace más de veinte años, a la misma hora, divagaba por la calle Cartagena con el periódico enrollado como un bate de béisbol en la mochila escolar hacia el colegio de las borregas de Madrid. Digo que todo sigue igual porque hay cosas que, por suerte, no cambian. Me siguen entusiasmando las columnas de Manuel Vicent. Aunque cuesta mantener el rumbo en estos tiempos, ciertos códigos jamás se han perdido. Al fin y al cabo, no estamos tan mal.


En su última columna dice el maestro refiriéndose a la dictadura: “En medio de la oscuridad bastaba una guitarra eléctrica, un viaje, un baño en la playa, una canción, un libro, un pecado de la carne, cualquier alegría, para que en ese nublado se abriera una grieta de sol como una herida luminosa que sangraba para dejarte ver el final del túnel”. Vicent nos invita a respirar la democracia, a sentirla, a poder ordenarla en armonía. La democracia hay que brindarla día a día, ¿Tú la sientes? Yo apenas siento nada y me jode. Debería sentirla mucho más. Debería ser una emoción pura.


Ahora llueve mierda a borbotones en todas las direcciones. Nos abruma la sobreinformación, la antipolítica. Debajo de toda la basura, la democracia. Tan joven siempre. Porta una pequeña antorcha que la lluvia oscura nos impide ver. Por eso dice el maestro: “Hoy todo significa lo mismo y lo contrario, todo es bueno y malo a la vez, todo está prohibido y permitido, ya no sabes si en un cóctel has dado la mano a un asesino”.


Quizás para sentir la democracia, antes tendríamos que sanar como sociedad. Cierto que no se empieza de cero y resisten libertades e instituciones. Pero hay un vaciamiento general de conceptos, o el gazpacho mental de creer que la libertad o la democracia es lo que a cada cual le dé la gana: cada ciudadano con su absolutismo individual olvidando que la política, como otras ciencias, también se atiene a universales. Y este absolutismo subjetivo y ególatra se junta con el torbellino de desinformación: chatarra y más chatarra para nuestras cabezas. Así es muy difícil que lo bello (en fondo y forma) permanezca. Es como un buen verso entre un scroll infinito, o un solo de bajo silenciado por los taladros tecnológicos del imperio.


Saber ordenar y escoger las partes, como en un buen artículo, parece que de eso va la resistencia. Saber qué es lo verdadero e importante y lo demás dejarlo pasar. Resistir para después avanzar. Reconocer la antorcha a lo lejos y dirigirse a ella. Brindar por Pericles. Que cada cual luche como pueda ante las nuevas tinieblas. Ayer al leer a Manuel Vicent me colmaba el espíritu y me sentía flotante el resto del día. Guardaba su simiente lírica en mi pecho de chaval adolescente. Hoy tengo la grata sensación de que nada va a conseguir perturbarme.

 

Juanse Chacón

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